miércoles, 31 de agosto de 2011

Hank Moody~~Un cuento a escala



Fiel a su filosofía de lo breve Hank Moody construye relatos a escala.
Os gustará perderos entre su brevedad para encontrar lo bueno. 




En un lateral del carril por el que paseo, escondido tras una mole de lentiscos, descubro otro camino más humilde —ni siquiera tiene nombre—, tan estrecho que los codos casi rozan en los muros vegetales que lo flanquean. Me adentro unos metros por él y me sumerjo en otro paisaje, sin mar ni campos de almendros alrededor, solo un pasillo que parece interminable, que se encoge hasta desaparecer en verde. Y me encoge también a mí: la ropa me queda enorme y termino por dejarla atrás. Desnudo y descalzo, me adentro más aún hasta pasar dos curvas, y ahora ya es un tubo oscuro en el que apenas logro verme los pies, tan chicos que cabrían ambos en una cáscara de avellana. Al final, lejos todavía, parece abrirse un claro pequeño y algo más iluminado. Cuando llego, me encuentro con una casa blanca y tan diminuta que se escala a la perfección con la pequeñez de mi cuerpo, que ahora no es mayor que el de un colibrí enano. Golpeo la aldaba con miedo pero intrigado: «si he llegado hasta aquí, no puedo volverme atrás».
La puerta se abre con un ruido atronador, aunque no tanto como la voz del gigante que me invita a pasar. De pronto, todo allí se me hace descomunal, con una desproporción perfecta pero tan inmensa que apenas logro identificar los muebles y los enseres. Aquel ser de piernas kilométricas no tarda en alzarme sobre la palma de su mano, y me observa con la misma curiosidad con que yo descubro —ya no asustado, sino alucinado— que su rostro es como el mío, pero multiplicado por mil. Desde las alturas, compruebo que aquella estancia inmensa no es otra que mi propia casa, que aquel personaje de cuento soy yo a escala descomunal, que la silla donde se sienta y el teclado en el que me posa son mi silla y mi teclado; mi vida, en fin, inmensa pero mía.
Ahora dudo si él es un gigante o yo una copia milimetrada, si la casa es suya y el ordenador también, pero con los días estoy aprendiendo a saltar de tecla en tecla, y giro la rueda del ratón como si fuera la noria de una feria. Creo que muy pronto habré terminado este cuento y, quién sabe, quizá todo recupere su escala natural.

4 comentarios:

  1. Gracias Montse por compartir este espectacular texto.
    Enhorabuena al autor.

    Besos desde el aire

    ResponderEliminar
  2. Me parece un micro fascinante y muy original. Me ha gustado mucho toda la descripición de esa transformación y sobre todo ese final.

    Besitos a ambos.

    ResponderEliminar
  3. Rosa: De nada. Es un gustazo. Besos.

    Elysa: A mí me encantó cuando lo leí. Realmente me sorprendió encontrar esta historia en su blog, porque estoy acostumbrada a encontrar cosas más cortas, aunque tengan la misma esencia y calidad.
    Besos.

    ResponderEliminar
  4. Fui acompañandote con ese transito entre vegetales a traves de tus palabras y ese final o quizas todavia no lo es !! Genial. Kiss

    ResponderEliminar